LAS ARMAS Y LAS LETRAS EN EL IES “EL CARMEN” (ENTREVISTA A ALFONSO RUIZ MARTÍNEZ)
Alfonso Ruiz Martínez es profesor de Educación Física en el IES “El Carmen” desde 2018. Pero se puede decir que él ya estaba aquí desde mucho antes de que se creara este edificio. En su condición de militar, trabajó en el antiguo Cuartel de Artillería, el enclave en el que nos situamos. Y conoció de primera mano el antiguo uso que se daba a los edificios y a los lugares que hoy día nos son tan familiares y que aportan tanto al barrio. A continuación ofrecemos un extracto de la entrevista que mantuvimos con él sobre el pasado y el presente del lugar en el que está nuestro instituto.
Alfonso, impresiona saber que, en tu condición de militar,
trabajaste antes aquí, en el antiguo Cuartel de Artillería, y que conociste
cómo era el lugar en el que se sitúa nuestro instituto, además de los edificios
y los espacios aledaños. ¿Cómo fuiste destinado aquí y qué supuso para ti estar en este lugar?
R.: Vine aquí después de tres años de Academia Militar, en el año 1984. Elegí
Artillería por tradición familiar: mi abuelo también fue artillero y tuve la
suerte de que mi primer destino fuera en Murcia. Mi familia vivía en San
Antolín y ser destinado aquí, al Cuartel de Artillería, era un privilegio que
pude disfrutar durante trece años.
Después, cuando abandonaste tu carrera militar y pasaste a la
vida civil, cursaste los estudios universitarios para ser profesor de Educación
Física. Tuviste otros destinos, otros institutos. ¿El hecho de volver aquí,
pedir la plaza del instituto “El Carmen” ha sido fruto del azar o te hacía
ilusión por ese motivo?
R.: Pues me hacía especial ilusión trabajar aquí por el hecho de haber empezado mi vida profesional en un ministerio y acabarla en otro ministerio. La vida da muchas vueltas. A veces, tenemos la ilusión -desde pequeños- de ser determinadas cosas y luego las circunstancias te van poniendo en otro sitio. Yo, desde niño, siempre deseé ser militar. Y casi, casi, me siento todavía más militar que profesor. Es verdad que a mí siempre me había gustado el deporte y, curiosamente, una de las misiones que tenía aquí, cuando trabajaba en el Cuartel, era la preparación física de los soldados. Había un responsable de deportes, que era yo, de todos los reemplazos que hacían la antigua “mili” (el servicio militar obligatorio que hacían los muchachos durante un año o nueve meses).
Me preparé para ello: estudié Educación Física en Barcelona. Sin embargo, en el año 1995 se cerró el Cuartel de Artillería. Cambié de destino; primero estuve en Cartagena y luego en Calatayud (Zaragoza). Sabía que, cada vez que ascendiera, tendría que vivir en cualquier lugar de España. Decidí quedarme en Murcia como profesor de instituto, y que mi familia tuviera una estabilidad, por lo que preparé las oposiciones en serio. Aprobé y, desde que empecé a trabajar en la enseñanza, he estado en varios institutos; en el que más tiempo estuve es el de Sangonera la Verde. Pues bien: cuando pedía traslado, solicitaba solo dos institutos; uno de ellos era este, porque me hacía mucha ilusión pisar el mismo suelo, volver al sitio que había conocido con 21 años. O sea, que estar aquí es un sueño cumplido.
Si comparas tu labor como preparador físico de los militares
de reemplazo con la de tus alumnos de ahora, ¿con quiénes ves más fácil llevar
a cabo esa tarea?
R.:
Indudablemente, es mucho más fácil dar clase a los soldados que a nuestros
alumnos. Aquí el prestigio o el respeto te lo tienes que ganar; con los
soldados tu autoridad ya te la otorgan de antemano las estrellas o los galones
que tengas. Hay alumnos de distintos perfiles, qué duda cabe. No esperas de
ello una obediencia ciega. Por eso es mucho más enriquecedor conseguir esas
metas didácticas y ese reconocimiento a la labor que haces. Algunos alumnos se
interesan por saber en qué consiste la vida militar y qué tienen que hacer para
entrar en ella. A mí gusta que sepan que, desde el año 2000, las Fuerzas
Armadas son una carrera profesional que
permite a muchos jóvenes ayudar a la sociedad de diversas formas y
desarrollar sus inquietudes.
El ayer y el hoy
La vida militar es bastante desconocida para la mayoría de
los alumnos de hoy en día, puesto que el servicio militar ya no existe. ¿Cómo
era entonces la vida en el cuartel, tan sujeta a horarios? ¿Qué tipos de
militares había (reclutas, clase de tropa, militares profesionales…)?
R.: Yo he pasado aquí semanas enteras, de lunes a lunes, las veinticuatro
horas cuando estaba de guardia, con lo cual tengo recuerdos de cada esquina del
Cuartel. Aquí la vida era como la de cualquier acuartelamiento militar. Esta
unidad estaba encuadrada en la Brigada XXXII, que pertenecía a la Región
Militar Levante, compuesta por Castellón, Valencia, Alicante y Murcia. Teníamos
como misión apoyar a la brigada cuando íbamos de maniobras. El personal que había
aquí fue cambiando. Antes había reclutas, es decir, muchachos que hacían la
“mili” obligatoria, hasta que se suprimió, en 1999. A veces, cuando salgo con
los alumnos a practicar deporte por los alrededores del instituto, les cuento
el tipo de vida que se hacía.
Se funcionaba, como era habitual en la vida militar, a toque de corneta; ahora hay altavoces, como en el instituto. El toque de diana marcaba el principio de la actividad, nos levantábamos muy temprano, los soldados se aseaban y se pasaba lista. Después, hacíamos la instrucción, con las armas y las piezas de artillería. Al mediodía acabábamos la instrucción y hacíamos educación física, de la que yo era también -como ya he dicho- el responsable. Después de la comida, por la tarde, comenzábamos la formación teórica desde las 15 a las 17 h, en el pabellón que ahora es el Conservatorio. Al finalizar las clases, teníamos salida de paseo; al principio de uniforme, luego, a finales de los ochenta, de paisano (sobre todo por motivos de seguridad, por la amenaza del terrorismo de ETA). Los soldados salían por Murcia. Venían por la noche para el toque de retreta, se pasaba de nuevo lista y, luego, la cena y a dormir. Así, era siempre. Una vida rutinaria, si se quiere, y ordenada, como es lógico.
Tú, que conoces tan bien estos edificios, ¿puedes hacer un
poco de historia sobre cómo surgieron y qué vínculos tuvieron los murcianos con
este lugar tan emblemático?
R.: El edificio empezó a construirse en el año 1917 y se acabó en 1923. Desde que llegó la unidad hasta el año
1995, cuando se cerraron las instalaciones, ha sido cuartel de artillería. Y el
barrio del Carmen siempre ha estado unido a esta arma. De hecho, en dos
ocasiones me tocó salir presidiendo la procesión de los “coloraos”. La última
banda de música que la cerraba era, por tradición, la de este cuartel. El
barrio nos sintió hasta el final como parte de él, incluso se acostumbraron a
los cañonazos que teníamos que dar en momentos puntuales, como en la festividad
de Santa Bárbara o cuando venía de visita un general. Personalmente, me alegro
mucho de que el ayuntamiento haya sabido aprovechar este lugar y estos
edificios con tanto acierto. Primero, destinando el espacio para construir el
instituto en el que estamos. Segundo, conservando los magníficos jardines que
formaban parte de nuestras instalaciones y que fueron creciendo y mejorando a
lo largo de las décadas en las que estuvo el acuartelamiento. Finalmente, por la
cuidada restauración que se ha hecho de los pabellones, y el uso que se les han
dado (Conservatorio de Música, Centro Párraga, Museo de la Universidad,
Biblioteca, salas de exposiciones). Se ha aportado al barrio un espacio, de
gran valor urbanístico y de servicios, del que ahora todos nos beneficiamos.
Es verdad que ha sido un acierto conservar la imponente magnificencia de los edificios y de parte del arbolado. La extensión que ocupaba el Cuartel era considerable y ocupaba un espacio al que se ha sabido sacar mucho juego…
R.: Sí, el grupo militar que tenía sus instalaciones en el Cuartel estaba dirigido por un teniente coronel y lo formaban tres baterías de armas, cada una de las cuales ocupaba los edificios que hoy día rodean el patio de armas. El cuartel llegaba hasta el mismo río. De hecho, en la misma orilla había una garita para hacer guardia a la que los soldados llamaban “la garita de las ranas”, porque allí no había nada más que cañas, patos y ranas y a los soldados no les gustaba hacer guardia por la noche allí, era la más aburrida. En esa parte de atrás de los edificios del Cuartel estaban los hangares, donde se guardaban los vehículos militares, y las piezas de artillería, que estaban situadas en una explanada que hoy día ocupan nuestras pistas deportivas. Eran piezas grandes, más que un carro de combate, y estaban al aire libre. También había una pista de futbito para uso de los soldados y una pequeña piscina ocupando parte de lo que hoy es el edificio Inacua.
El espacio del instituto
¿Qué función se le daba al espacio que ocupa nuestro
instituto dentro del Cuartel? Nos han dicho que se levantaba el polvorín, el
depósito de explosivos. Y parece que eso da pie a la broma fácil, puesto que a
veces tenemos que lidiar con situaciones un tanto “explosivas” aquí también…
R.:
Sí, efectivamente, aquí estaba ese polvorín, un botiquín y la cocina de tropa
del comedor de los soldados. En la parte de atrás, donde están las pistas, se
situaban los hangares que te he dicho y esa pista de "futbito". En ese enorme
espacio, se quitaron los eucaliptus que había e hicieron el aparcamiento que
todos conocemos.
Alfonso, en tu vida civil, como profesor de Educación Física, es evidente que transmites a los alumnos valores que también tienen que ver con el espíritu castrense. Además de la mejora física relacionada con el deporte, ¿qué lección de vida querrías aportarles?
R.: Yo creo que algunos valores que se
transmiten desde la Educación Física a los chavales están relacionados con los
valores que se puede transmitir del ejército a los soldados. Por ejemplo, la
disciplina, pero una disciplina bien entendida, la basada en el compromiso
personal. También el compañerismo, la lealtad la amistad…, son valores
compartidos por la vida militar y en la práctica deportiva. Y estoy seguro
también de que esas cualidades no son exclusivas de la enseñanza de la
Educación Física, sino que pueden ser compartidos y difundidos por los
profesores de otras asignaturas.
Francisco de Asís González Ortega